-
- 31 oct
Amor-sexo, PSC-PSOE, Catalunya-España
Verónica Forqué y Jorge Sanz protagonizaron hace unos cuántos años una divertida película de nombre ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?. Gran concepto, porque ciertamente pasa a menudo que miramos de vestir las cosas de aquello entrañable que no es. En la relación de Catalunya con España ha pasado bastante. Y en la del PSC con el PSOE, también. ¡Ahora! Los hay que, del todo absurdamente, persisten en vestir la mona de seda.
Durante muchísimo tiempo, desde Catalunya se intentaba aquello que gracias a Esperanza Aguirre y a unas declaraciones suyas recientes ya sólo los cínicos defenderán: catalanitzar España. Se venia a decir que en el fondo se nos valoraba, que nos veían como ejemplo trabajador, que éramos el motor. Y como aquellas parejas que no acaban de entender que esto no pasará nunca, en Catalunya se pensaba que España cambiaría. Pero no. Y a estas expectativas, amor no correspondido. Básicamente, sexo, un ir por la faena, de cara a barraca y con intercambio de fluidos y placer mal repartidos. Una parte, insatisfecha crónica pero siempre esperanzada. La otra, estupenda toda ella y hecha a desconectar y a hacer como quien escucha llover ante los brotes quejosos del otro. Cantinela molesta de fondo y ala. Pero aquello pasó. Está pasando. Aquel amor era imposible, merecía la pena que las dos partes lo asumieran y que una dejara de hacer el primo.
En cambio, en el PSC, aún siguen con su autoengaño. Siguen queriendo vestir de amor aquello que el PSOE sabe de siempre que es pura relación prosaica, de conveniencia, de interés, de satisfacción de necesidades primarias sin adornos. De ahí que en Ferraz no lleven bien ni el más mínimo gesto de disgusto del otro. “¡¿Pero qué se han creído?! ¡¿Qué reclaman?!”. Como las recientes declaraciones televisivas del emblemático ex embajador norteamericano en Berlín, John Christian Kornblum, destinado en Alemania del 1997 al 2001 y que reabrió la embajada en Berlín por primera vez desde los años 40, cuando la capital alemana se trasladó desde Bonn. A los reproches del presentador sobre un espionaje “injustificable entre amigos”, el veterano diplomático yanqui respondió hace un par de días: “Nosotros no somos amigos, somos socios, hay una clara diferencia”. Diáfano.
Negocios, señores. Nada de amor ni de amistad. Para España, Catalunya ha sido básicamente un (muy buen) negocio. Para el PSOE, el PSC también (en este caso, igualmente a la inversa). La diferencia es que mientras que Catalunya ha asumido la condición de esta relación tóxica, en el PSC no se saben desenganchar de ella. Y después sale Pere Navarro y dice que “el problema no es entre el PSC y el PSOE, sino entre Catalunya y España”. ¡Cuánto autoengaño que es capaz de acumular el hombre!
(Para leer el artículo en El Singular, clicad aquí)